jueves, 24 de junio de 2010

Florece la ilusión

En un jardín vivía una familia de orugas. No era una familia tradicional de orugas. El oruga Viudo se casó con la Oruga Madrastra. Ella ya tenía dos hijas, cuyos nombres eran Competitiva y Tímida. Viudo, a su vez, tenía una oruguita llamada Modesta.
Una podadora terminó con la arrastrada vida de Viudo. ¡Pobre Modesta!, a partir de ese momento la llamaron huérfana.
Madrastra cambió, como el día y la noche. Comenzó a maltratar a la oruguita. La hacía limpiar el césped, clasificar semillitas y juntar gotitas de rocío.
En el jardín también vivían bichos bolita, hormigas negras, lombrices y alguaciles.
La familia de los alguaciles organizó un baile de primavera para que, de una vez por todas, el hijo mayor consiga novia. Un bichito de luz se encargó de avisar a todos los habitantes del jardín. Todas las hembritas estaban de punta en blanco, bailando y bailando, menos Modesta. Madrastra le prohibió ir al baile y la obligó a lavar un ligustro, hoja por hoja.
Un colibrí indignado por semejante injusticia se solidarizó con la oruguita y con la ayuda de una araña le hicieron un capullo digno de una princesa.
- ¡Ojo! que te va a dura sólo unas horas este atuendo- le advirtió la señora araña. Y subida al caparazón de la tortuga Modesta se fue al baile.
Al llegar a la fiesta, el alguacil Azul sólo tuvo ojos y aleteos para Modesta. Bailaron toda la noche. Competitiva y Tímida estaban más verdes que nunca, por la envidia.
A las doce y por recomendación de la araña, la oruguita se escapó del baile y Azul quedó enamorado y desconcertado.
A la mañana siguiente, los alguaciles recorrieron cada rincón del jardín para dar con la dueña del corazón de Azul.
Al llegar a la azalea donde vivían las orugas, Madrastra encerró a Modesta para que nadie la vea y trató de engañar a todos haciendo pasar a Competitiva por su hijastra.
Modesta intentaba liberarse de tanta maldad cuando de pronto se escuchó un crujido; el capullo se quebró y una hermosa y brillante mariposa salió volando al encuentro del alguacil Azul. Él la reconoció enseguida y se fueron volando a otro jardín, a ser felices, aunque sea por un día.

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